Personas. Cientos, miles, ¡o millones! de personas. Encerradas en el aire, olvidándose de amar. Concentradas en vivir, ajenas a tantas cosas que ignoran que pueden ver con sólo cerrar los ojos. Y mientras tanto, no sufras, me dicen, no sufras, pronto se te pasará. Les pregunto, ¿pasarme? El tren ya pasó, así como el mar. Las olas se fueron y, sinceramente, no van a volver. ¿Pasarme la vida? ¿Empalada en lluvia? No veo por qué.
Salir del camino, marcharme, girarme. Y gritar ¡cobarde! al que quiera mirarme. Eso es lo que quiero, huir adelante. Separar mitades, escindir destinos. Pensar que no cuesta y hacerlo sin más. Escapar de los cinceles, refugiarme entre tus huesos. Comprender por qué luchamos. Beberme tu alma a besos. Y volver, y volver y tratar de convencer a todos de que quizá no sea mejor, pero es nuevo y es distinto, y que nunca es imposible tocar más fondo que ayer.
El problema siempre ha sido que hoy día la gente no piensa en correr.