13 de enero de 2013

Risa

Lo primero eran siempre los ojos. Sus ojos. Se abrían sorprendidos, luego deleitados, e instantes más tarde el maravilloso mecanismo entraba en funcionamiento y sus cejas se alzaban, su boca se entreabría sin forma aparente en un principio, y curvados hacia arriba sus extremos después, y la media luna de sus dientes filtraba una primera explosión, un grito hueco mestizo de asombro y disfrute. Un aire cálido, una mera obertura de lo que estaba a punto de suceder. Cuando sus horas eran felices todo se ralentizaba, y sus mejores carcajadas le dolían en el abdomen por prolongarse tanto. Me decía párame, cómo lo recuerdo, párame o moriré. 

Su carcajada brotaba en todas direcciones, y perdía la noción de sí mismo, sus brazos pendían inmóviles al principio y se alzaban luego, a medio camino entre su cara y se volvían a detener, indecisos. 

A veces reía tanto que llegaba a llorar. Y cuando esto sucedía, pareciera que sus lágrimas flotasen a su alrededor sin gravedad, mecidas por el aire que escapaba de sus dientes, cómo me acuerdo, lo puedo ver frente a mí. Su pelo ondea despacio, siguiendo esos espasmos rígidos. Algunas lágrimas escapan furtivas primero, con furia después, empapando sus mejillas. Y sus manos van, apuradas, presurosas, en un descuidado descontrol, a secar aquellas lágrimas, con tan mal tino que las extienden por todo su rostro; y aprovechan el momento los poros de su piel que las beben, ávidos, reteniendo el sabor a sal y vida. Y de cuando en cuando sus párpados retornan a su apertura natural, en esos momentos de tregua que la risa le otorga para recobrar el aliento. 

Bueno, y después... después poco a poco el clímax termina, la risa se torna rítmica y regular, cada vez más escasa, repartida en intervalos más y más prolongados que finalizan en suspiros; y el envés de su dedo índice sigue repetidas veces la curva de su párpado inferior, de dentro a fuera. Pero sus lágrimas brotan ahora como un manantial manso, constante, cálidas y espesas, descienden despacio hasta la barbilla que sus mangas empapadas intentan en vano secar. Y a veces, aun cuando todo ha terminado, escapan de sus labios quedas explosiones incontroladas, cuyo eco reverbera en el vacío lleno de paz que se había formado. 

Otras veces, sin embargo,  esos despojos, esos hermosos residuos se perpetúan en silencio hasta el infinito, en una sonrisa que no quiere dejar de serlo, con los labios curvados gradualmente hasta alcanzar la altura perfecta. Que me muera ahora mismo si no se me aviva el alma cada vez que lo veo reír. Y cómo se ruboriza, cómo se alboroza, y cómo ríe, cómo ríes y cómo tu risa me revive. Cuánto de ti podría saberse, podría decirse, con sólo verte reír.

(Foto: Estocolmo, diciembre 2012)

1 comentario:

Batspilberg dijo...

Joder Pilar... Ya no sé que decirte salvo que increíble :3