5 de octubre de 2014

La mente anulada

            Anoche soñé que a la humanidad le llegaba su merecido. Caminaba por las calles de una ciudad apenas poblada, silenciosa, inquietamente  tranquila. No recuerdo la hora. A mi lado, un compañero de periplos, ¿un amigo? ¿Mi pareja? Nunca lo sabré. Sin rostro, sólo su presencia perenne junto a la mía. 

           Decía que andábamos por aquella ciudad el uno junto al otro. No teníamos prisa, pero tampoco nos demorábamos en pararnos a observar el entorno. Ambos llevábamos puestos nuestros auriculares, escuchando cada uno su música, aislados pero acompañándonos mutuamente, plenamente conscientes de la presencia del otro.

            A nuestro alrededor, un extraño espectáculo. Las escasas personas por las aceras marchaban ralentizadas, con grotescos movimientos mezcla de desesperación y un misterioso estado de ensueño perpetuo. Daba la sensación de que querían correr pero algo en su cabeza les obligaba a detenerse; se movían como sumergidos en barro. Los coches pasaban raudos a nuestra derecha, en su interior había más gente como nosotros, sin aparentes problemas de movilidad. Parecían no obstante nerviosos, claramente apresurados por llegar a quién sabe dónde.

            Los autómatas a pie no parecían reparar en nosotros. En mi ensoñación, y entre las melodías que llenaban mis oídos, alcancé a oír que mi acompañante me gritaba algo.
- ¿Qué? ¿Qué has dicho? –clamé sobre la voz del cantante
- ¡Que ya entiendo lo que ocurre!
- ¡¿Cómo?!
- ¡Qué sí! ¡Están todos anulados! ¡Tienen la mente y el cuerpo en punto muerto!



Más tarde, ya en calma y en nuestra guarida, me desarrolló su teoría más pausadamente.

- Verás, yo creo que a lo largo de los últimos años las personas han decidido no usar la cabeza, ir a lo fácil, ¿me entiendes? Como quien pasa horas frente al televisor, no quiere leer, escucha música monótona, qué se yo, cosas así. Últimamente la gente no tiene inquietudes, se aburren por cualquier motivo, viven pegados a sus pequeñas pantallas y desarrollan ansiedad si no tienen Internet, se ahogan en la rutina. Me parece que lo que ha pasado es que, de tanto no usar el cerebro, éste ha entrado en un estado de suspensión tan intenso que ha paralizado a sus cuerpos. Se han convertido en cascarones vacíos que aún no han perdido del todo sus capacidades. Algunos ya son meros vegetales, otros todavía consiguen articular palabras sencillas. Es un estado degenerativo global o algo así, ¿no te parece?
- ¿Y los coches, las motos que vimos antes? Esa gente está igual que nosotros, ¿no?
- Creo que sí, pero aún no se han dado cuenta de lo que ocurre. Están asustados, saben que antes o después les tocará a ellos. De hecho antes o después tú y yo nos volveremos nulos también.
- O tal vez no. Debe haber alguna forma de evitarlo, la cuestión es ¿cómo?

            Desde aquél día, para evitar la aniquilación de nuestra personalidad nos propusimos mantener a nuestra mente activa en todo momento. Empezamos por habar, hablar a todas horas, contarnos cosas, anécdotas, sueños, cualquier novedad que aflorase en nuestra cabeza, nuevos pensamientos o teorías. Al realizar tareas rutinarias o instintivas como caminar, siempre escuchábamos música, cada día algo nuevo, en todos los idiomas posibles. Tratábamos de aprender cada día un juego de mesa distinto, o practicar nuevas recetas de cocina, tal vez contar las hojas de un arbusto, hacer el amor, incluso escribir poemas ridículos. Y hacer deporte, mucho deporte, hablar en verso. Vimos cine de toda clase, leíamos de todo, a todas horas, en cualquier sitio. Manteníamos cuerpo y mente en un perpetuo estado de actividad hasta caer rendidos de sueño. Y al dormir creíamos sentir los chispazos que se producían dentro de nuestra cabeza al regenerarse nuestras conexiones neuronales; al asimilar todo lo aprendido. Los años pasaban rápidos, siempre teníamos ganas de más, cada vez nuestras mentes daban de sí más y más y más. Afuera todo era igual, todo iba a peor... Fue entonces cuando desperté.

3 comentarios:

Tracy dijo...

Un sueño aterrador del que se pueden sacar interesantes consecuencias.

Alexis Gaalván dijo...

Creo que eso es lo que nos han tratado de dar a entender en todas esas películas y series de zombies, pero nadie lo ha sabido mostrar de una manera tan actual y apegada a la realidad como tú. Esos zombies no son muertos caminantes con hambre; son una versión decadente de nosotros cuando ya nada no encontremos placer en nada

Batspilberg dijo...

Oh! Entrada nueva! :)

Para no variar atrapas con el desarrollo de tus historias, pero he de decir que esta absorbe. Conviertes en texto los miedos colectivos y los traduces a una historia coherente y densa.

Tremendo, aunque lógico por otra parte, porque si mal no recuerdo, sigues siendo "La Pequeña Literata"