Lejos, muy lejos. Volaron tan lejos como la vista les permitió imaginar. Nadie en su sano juicio se habría atrevido a perseguirles, y sin embargo todos les observaron partir. Envidiosos.
Allá entre las nubes se perfilaban sus siluetas. Nuestras manos se alzaron en pos de ellos, como si en lugar de despedirnos tratásemos de alcanzar su altura espiritual. Yo al menos lo intentaba.
Pero ellos no tenían maldad, ni discriminaron nunca a nadie. Y me tendieron la mano, generosos. Y quién sabe si fue mi cobardía o mi apego al suelo lo que me impidió despegar y seguirles en su atemporal periplo por los campos de fresas.
Sólo sé que ahora, cuando hablo con ellos, lo hago a través de suaves velos de tul; y cuando me abrazan se aferran al pasado. Y cuando cantamos juntos antiguos himnos, ellos surcan las profundidades de sus melodías mientras yo a duras penas logro aguantar la respiración en los solos de guitarra.
Y sin embargo, allí están siempre. Los imagino sonrientes. “Entonces echaron a bailar…” Pero saben que yo también bailo… a mi manera.
3 comentarios:
Cada vez escribes más complejo, más más enrevesado y más metafórico ^^
Me gusta, tu escritura evoluciona contigo, así que está claro que tenemos que hablar (quiero mi dosis de curiosidades) jajajaja
Un beso, ¡literata!
Pues parece que es tiempo de divertirse y comer fresas!! Bss
Brutal este último. Me encantó. :)
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