13 de noviembre de 2009

La Prima Ballerina (parte IV)

Víktor no volvió a casa. Visitó a la directora del teatro, ya entonces una buena amiga; deambuló por Moscú, comió algo en un puesto callejero… Al anochecer volvió al Bolshoi, a la buhardilla donde había dormido la noche anterior.

Nada más entrar vio que todo estaba cambiado. Una estufa de carbón caldeaba la estancia. Había a su lado unos lujosos sillones de chintz que incitaban al reposo. En un rincón vio un lecho con pesados cortinajes rojos. Había también un lavamanos, una mesilla, un gran armario… Todo decorado con sumo cuidado y buen gusto, a pesar de ser ligeramente anticuado. Un quinqué colocado estratégicamente junto a las butacas irradiaba una tenue luz que bañaba la habitación de manera sumamente acogedora. Y, sentada en el borde de la cama, Víktor vio la figura de una joven, que le contemplaba largamente sin ningún reparo.

Maia Rodanosk se levantó y dirigió una mirada a los sillones. Al lado de uno de ellos había una pequeña mesilla con té recién hecho. El olor a té de manzana era embriagador. Víktor, comprendiéndola, se encaminó hacia las butacas y se dispuso a servir el té. Mientras, Ella se fue acercando muy despacio, y se sentó en el sillón más alejado de Víktor.

Transcurrida media hora, él creía que no iba a aguantar más aquel silencio; roto únicamente por el tintineo de las cucharillas de plata contra las finas tazas. Fue entonces cuando ella empezó a hablar. Su voz, como su rostro, era atemporal. En ella se percibía un profundo dolor, aunque sus palabras corteses tratasen de ocultarlo.

- Bienvenido seas a mi hogar. Espero que halles todo aquí de tu agrado – su voz parecía necesitar oír un sí por respuesta.
- Gracias. Claro, es una estancia muy acogedora, muy hogareña – Ella no dijo nada – Usted perdone, pero…
- Por favor, háblame de tú. ¿Cuántos años crees que tengo? – Víktor la contempló sin saber cómo contestar a eso. Se hizo una pausa- Veintidós. ¿Cuántos tienes tú?
- Yo... yo tengo veintisiete, pero tú… tú eres…
- ¿Sí? -ella le miró con cierta displicencia, removiendo los posos de té con la cucharilla.
- Tú eres aquella bailarina, Maia Rodanosk, estoy seguro de que lo eres. -¡No! ¿por qué habría dicho eso? ¿por qué lo habrá soltado todo de golpe? Viendo que ella no reaccionaba, intentó continuar- Pero tú no… es decir: ¿Cómo puede ser?
- Entonces, ya lo has descubierto… Entiendo –Maia no cambió su expresión inescrutable.

Víktor creyó volverse loco intentando adivinar sus pensamientos. El misterio que irradiaba aquella joven le tenía tan fascinado que no se le ocurrió pensar que fuese extraño estar sentado ahí en plena noche, hablando con un fantasma. Ella siguió hablando.

- Sí, soy exactamente quién crees que soy, pero no puedo responder a tus dudas. Yo misma desconozco el motivo de por qué me… “quedé”. Únicamente recuerdo aquella masa roja precipitándose sobre mí, descuartizando mi triunfo final…

Víktor trató de que su mirada no se desviase hacia las cortinas del lecho, las mismas sobre las cuales él había dormido la noche anterior. Ya no tenía duda alguna, eran los vestigios del antiguo gran telón del Bolshoi.

Maia continuó hablando. Le contó que, al no haber podido terminar su actuación en su noche triunfal, había matado a todas las demás bailarinas por celos, si ella no tenía la fama que merecía, las demás tampoco. No se arrepentía de nada, pues la furia por la injusticia de su destino la cegaba. No le permitía ver más allá de su propio dolor.

Víktor escuchaba sin pronunciar palabra alguna. Ella daba inequívocas señales de haber mantenido sus sentimientos reprimidos por demasiado tiempo. Ya no le miraba a la cara. Su vista vagaba por el infinito, probablemente en imágenes de su pasado. Ahora estaba explotando, dejándose llevar por la corriente de sus recuerdos y sus pasiones. Maia pareció leer su mente en un momento determinado. Inmediatamente se ruborizó, y cambió su tono por uno evasivo.

- No sé por qué te cuento todo esto. Nunca lo había hecho antes… Dios, debes pensar que soy una fanática o algo peor… Será mejor que te marches… - Él no se inmutó, siguió mirándola a la cara, lo que la hacía sentirse incómoda. Víktor, en realidad, estaba fascinado con ella. – Por favor… vete.

Era un ruego. Irse. Eso era lo último que él querría hacer. No sabía qué era lo que tenía esa mujer, o su espíritu, pero le mantenía atado al mullido sillón. Todo en la estancia le mantenía atado. Especialmente Ella. Lentamente, como despertando de un sueño, se levantó, y se arrastró por el pasillo. Ella no se movió. Bajó los andamios, y se encontró a sí mismo saliendo a la fría madrugada rusa, con el sabor del té de manzana aún caliente en la garganta.

5 comentarios:

Cedric Chaotic dijo...

Sin palabras...absolutamente genial, no he leido las partes anteriores y has conseguido evadirme de todo, parecía como si hubiese seguido la hisotira de cabo a rabo. Sin lugar a dudas tienes tanto, e incluso me atreveria a decir más talento que yo para la literatura, yo también escribo, pero me da cosa publicarlo, ya sabes como están las cosas con los fakes y todo eso. pero puedo asegurarte qe tienes gran talento..jum..tal vez debieras dejar de lado la medicina y dedicarte a esto plenamente, tienes mucho partido qe sacarle a tu mente.

Saludos, avisame otra vez cuando publiques, aunqe aún no haya leido desde el principio creo que me he enganchado y quiero qe continúe ;)

Bye!

Inventario dijo...

Me gusta.
Más que lo anterior.
En el fondo... le entiendo.
Me pasa algo parecido.

Y me alegra que te guste ese =)
Aunque suelen tener más éxito "De Londres" o "De Badajoz", por si quieres mirarlo.
"De Badajoz, IV" tiene particular éxito.
Sobre todo, porque para (en ese momento) iba dirigido, sin sanber que era para ella, le encantó. =P

Inventario dijo...

Comprendo la peligrosa fuerza magnética que le atrapa a él.

Inventario dijo...

Siempre lo es.
En esta ocasión, más.

Cedric Chaotic dijo...

es lo bueno de las tormentas, más aún con esos colores ;)

Por cierto suerte estudiando este finde ;)

salu2