11 de marzo de 2013

El gato de ojos verdes



Ayer soñé que participaba en una competición universal. La prueba consistía en recorrer distancias infinitas en un barco sin más propulsión que el aire de un globo aerostático. La carrera comienza en un puerto desconocido, los competidores se escogen al azar por medio de métodos que nunca se explican al pueblo. Casualmente son siempre jóvenes que, como en mi caso, nunca han navegado. Cada equipo cuenta con cuatro participantes de distinta edad y experiencia, no se conocen entre ellos y probablemente no hablan el mismo idioma.

Nuestro globo era obsequio de un patrocinador asiático muy poderoso. Tenía la forma de una cabeza de gato, con rasgos de cómic anime y de colores muy vivos. Era una bellísima construcción con orejas y hocico, en tonos marrones, rojos, blancos y de verdes y enormes ojos que filtraban la luz del sol y teñían nuestra piel, haciéndonos contrastar con el mar y el cielo.

Como he dicho era un sueño, y no hay muchos más detalles que pueda dar. Recuerdo que el gato se agitaba rabioso seis metros por encima de nuestras cabezas. Antes de soltar amarras, los miembros de mi equipo y yo intercambiamos miradas. Una chica rubia diminuta y aterrada, y dos chavales que inmediatamente hicieron piña y que presumían de saber hacer surf. No conozco sus nombres, y probablemente muriésemos en aquella locura, así que no consideramos necesario presentarnos entre nosotros.

La última imagen que cruzó mi mente fue ver pasar las olas a toda velocidad a ambos lados del barco; la espuma del mar y los rayos de sol cegándome e irritando mis ojos. Desperté nada más comenzar a navegar. Minutos después aún sentía los verdes ojos gatunos observándome desde lo alto.

2 de marzo de 2013

Nunca nieva igual que ayer

Saariselkä, feb.2013

¿Quién diría que es nieve? Pareciera que un lento banco de de pececillos blancos nadase entre las ramas de los árboles. No tienen rumbo fijo, y sin embargo no se estrellan contra los vidrios, ni colisionan entre ellos en ningún momento. Algunos suben como ceniza, y otros bajan en diagonal. Pasean impunemente ante mi nariz, bajan en vuelo rasante hasta dejarse caer en mis manos y se desvanecen en segundos. Caen como arena en el agua. Se dejan llevar perezosos en lentos remolinos congelados, se posan en el suelo a descansar, y de fondo surcan el aire violentos y en desorden, arrastrados con furia por el vendaval, pero de cerca los ves, y van y vienen y vienen y van, pausados, tan suaves.

Son diminutas y perfectas formas estrelladas en mi bufanda, son la rabiosa corriente que comba las copas de los pinos allá en el cementerio. Nadie los ve caer pues son tan blancos como el cielo, quizá nazcan del árbol gris deshojado que vive frente a mi ventana…

Algunos, exhaustos, comienzan a formar un pequeño horizonte blanco en el borde del cristal. Desde su atalaya contemplan a sus hermanos danzar. Sus vuelos acrobáticos. ¿De qué dirección sopla el viento? En días como hoy nadie podría decirlo. Cada vez bailan más rápido, cada vez se escuchan más pasos y risas por los pasillos, cada vez hay más nieve ahí abajo. Cada vez tengo menos ganas de seguir escribiendo…

Y cuando un proyectil blanco estalla en mi cristal lo dejo todo y corro a por el abrigo.