Ayer
soñé que participaba en una competición universal. La prueba consistía en
recorrer distancias infinitas en un barco sin más propulsión que el aire de un
globo aerostático. La carrera comienza en un puerto desconocido, los competidores
se escogen al azar por medio de métodos que nunca se explican al pueblo.
Casualmente son siempre jóvenes que, como en mi caso, nunca han navegado. Cada
equipo cuenta con cuatro participantes de distinta edad y experiencia, no se
conocen entre ellos y probablemente no hablan el mismo idioma.
Nuestro
globo era obsequio de un patrocinador asiático muy poderoso. Tenía la forma de
una cabeza de gato, con rasgos de cómic anime y de colores muy vivos. Era una
bellísima construcción con orejas y hocico, en tonos marrones, rojos, blancos y
de verdes y enormes ojos que filtraban la luz del sol y teñían nuestra piel,
haciéndonos contrastar con el mar y el cielo.
Como
he dicho era un sueño, y no hay muchos más detalles que pueda dar. Recuerdo que
el gato se agitaba rabioso seis metros por encima de nuestras cabezas. Antes de
soltar amarras, los miembros de mi equipo y yo intercambiamos miradas. Una
chica rubia diminuta y aterrada, y dos chavales que inmediatamente hicieron
piña y que presumían de saber hacer surf. No conozco sus nombres, y
probablemente muriésemos en aquella locura, así que no consideramos necesario presentarnos
entre nosotros.
La
última imagen que cruzó mi mente fue ver pasar las olas a toda velocidad a
ambos lados del barco; la espuma del mar y los rayos de sol cegándome e
irritando mis ojos. Desperté nada más comenzar a navegar. Minutos después aún
sentía los verdes ojos gatunos observándome desde lo alto.