La poesía está donde uno quiera que esté. Generalmente hay poesía en la mente, pero también puede encontrarse en los libros, en el mar o en los besos.
Lo poético está en lo cotidiano. En la gota de sudor que resbala por la frente, trazando la vía del esfuerzo. En los radios de una bicicleta girando sin parar. En las canciones del viento que se cuelan por la ventana. En pensar sin querer. En mirar sin ver. En querer sin pensar o en oír sin escuchar. En pasar por las aceras mirando las copas de los árboles.
En un programa de radio de madrugada. En un piano que conduce a los durmientes a las fronteras del séptimo sueño. Lo poético no está en rimar sílabas, sino ideas. Lo poético está en todo aquello que se nos pasa por la mente un instante antes de posar el pincel sobre el lienzo.
En las luces del alba por el retrovisor. En tirar la toalla al aire y cazarla al vuelo. En una pompa de jabón. En una risa mellada. En los recuerdos.
La poesía mueve el mundo. La poesía es inspiración, es pasión, es sentimiento y es género literario. Los más afortunados consiguen expresarla con palabras. A eso se le llama poeta, o incomprendido de su tiempo, y la mayoría suelen ser ignorados.
Todo ello, poetas y poesía, han tenido desde siempre algo en común: están infravalorados porque la gente se piensa que la poesía está hecha para ser comprendida, como si de una novela se tratase. Pero la poesía no se entiende, se siente.
O así lo siento yo al menos.